Buscando la famosa frase que relaciona los ojos con el alma, me encontré dos versiones de la misma: "los ojos son la ventana del alma" y "los ojos son la puerta al alma". Analizando ambas, y fuera aparte del objeto de la casa usado, encuentro una diferencia fundamental: la primera sólo te permite dar un vistazo, la segunda te puede dar acceso de entrada.
Mi búsqueda y análisis de la frase viene a consecuencia de que, después de un tiempo observando atentamente personas conversando, en más del 80% de las interacciones una o ambas personas no se miraban a los ojos al hablar, más que por uno o dos segundos; el resto del tiempo, mirando en cualquier dirección, u "ocupados" con algún objeto en sus manos. Es como si, tal y como señala la frase (sea ventana o puerta), los ojos delataran lo que realmente somos, o desmintieran lo que estamos diciendo. El asunto es tal que, hace unos años un fenómeno similar fue objeto de estudio por unos psicólogos británicos, llegando a la conclusión que mirar a los ojos al hablar y mostrar una sonrisa mientras se hace, termina en atracción involuntaria.
¿Te sientes intimidad@ cuando, al interactuar con alguien, ese alguien te mira fijamente a los ojos? Si es así, ¿has analizado las razones y no puedes dar una razón lógica y convincente, más que "porque no me gusta"? Probablemente sea porque las frases tengan algo de verdad: no quieres que miren, ni que tengan acceso, al verdadero tú. Eso es precisamente lo que hacemos con Dios, quien nos habla y mira a los ojos, más pretendemos desviar la vista y ocultar lo que somos.
Salmos 139:23-24
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.
Autor: David A. Guerrero S.
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