Buscad a Jehova mientras puede ser hallado llamadle en tanto que esta cercano.... Isaias 55:6



Venid a mi todos los que estàn trabajados y cargados , y yo os harè descansar... Mateo 11:28

sábado, 10 de marzo de 2012

Pagar el alto precio

Nada en la vida es 100% gratis, aunque aparente serlo; algo debemos pagar o sacrificar, por conseguir, tener o lograr ser algo más. Consciente o inconscientemente, decidirnos por una vía implica que tenemos que dejar otra(s) que, en teoría, debe(n) dejarnos menos beneficios que la elegida, sean económicos, emocionales o espirituales, a corto, mediano o largo plazo. Sin embargo, algunas veces nos toca pagar un alto precio por la elección.



La expresión "pagar un alto precio" es casi un cliché cuando queremos puntualizar ciertas decisiones, algunas extremas o difíciles por naturaleza o por coyuntura. Sin embargo, recientemente me ha tocado poner en una balanza algunas decisiones, y eso me hizo recordar algunos "altos precios" que pagamos en la vida. En elecciones positivas, por ejemplo, se paga un alto precio...

· ...por ser muy responsables: en un momento de "no querer hacer nada", el sentido de la responsabilidad y compromiso pesan mucho más.

· ...por ser muy eficientes: algunos suelen "explotar" al demasiado eficiente y, de tener oportunidad, bloquean su crecimiento (personal o profesional) porque les es difícil encontrar otro igual.

· ...por ser bondadosos y desprendidos: algunos suelen aprovecharse y engañan al que tiene ese perfil.

· ...por ser decididos y justos: esto se suele interpretar como "extremismo" o ser una persona "cuadrada", porque "no todo es blanco y negro... también hay zonas grises".



El "pagar un alto precio" por haber elegido mal, sí importa, es real y debemos tomar la decisión de enderezar el camino. Ese "alto precio" por haber elegido bien, sólo lo pagamos ante los que desean que seamos como ellos: mediocres, o como mínimo, "del montón".



Eclesiastés 4:4

He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.





Autor: David A. Guerrero S.

miércoles, 7 de marzo de 2012

12 formas

Hace par de días hojeaba la interesante revista Popular Mechanics, y me encontré un artículo cuyo título se traduce "12 formas el mundo podría acabarse en el 2012". Encontré extraño el título en una revista de ciencia y tecnología, e imaginé que fue para no quedarse "fuera del montón" sobre el sonado tema; sin embargo, leí dos verdades no especulativas en el artículo: 5 de las 12 formas son provocadas por el mismo ser humano; y seis refieren a eventos de la creación y el universo que podrían suceder en cualquier momento, con mayor o menor probabilidad, no exclusivamente en el 2012. La faltante es "el factor X" (factor desconocido).



Copiando un poco el concepto del artículo, creé mi propio listado "12 formas", que comparto contigo.



12 formas en las que acabamos con nuestro mundo personal

1. No aprender del pasado y repetir errores

2. Hacer oídos sordos a los sabios consejos

3. Actuar sin pensar y pensar sin actuar

4. Negar la ayuda, o ignorar, a quien nos necesita

5. Permitir que el orgullo, el ego y la vanidad nos dominen

6. Vivir bajo la razón sin corazón, o con corazón sin razón

7. Guardar basura en nosotros: rencor, hostilidad, odio, enemistad...

8. No usar los talentos y habilidades que nos han dado para el bien de muchos

9. Tomar a la ligera la calidad de lo que entra por nuestras bocas, ojos y oídos

10. Vivir con poca o ninguna dignidad propia, autoestima y/o auto-respeto

11. No tener un propósito u objetivo definido de vida, por el cual luchar

12. Vivir alejados de Dios, peor aún, ignorar sus ordenanzas



Si notas bien, estas cosas no sólo acaban con tu vida, sino eventualmente también con la de los demás.



Filipenses 4:8

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.





Autor: David A. Guerrero S.

lunes, 5 de marzo de 2012

Buena decisión, resultado...

A menudo nos sucede que, tras decidir e implementar una acción que consideramos "buena", los resultados han sido malos, decepcionantes o simplemente no los esperados. Las preguntas de orden serían, ¿en realidad fue una buena decisión? ¿Cómo valorarla en sí misma y sus resultados? La respuesta es variada. Me explico.



· Una decisión puede ser buena con resultados "malos", cuando la acción en sí fue buena, pero los resultados luego de la ejecución no dependen de nosotros. Un ejemplo: educamos correctamente a los hijos, más la decisión de seguir el buen camino depende de ellos.



· Una decisión puede ser buena con resultados "decepcionantes", cuando la ejecución fue buena, pero a destiempo. Un ejemplo: somos malos empleados, y cuando decidimos "portarnos bien", ya la orden de cancelación ha sido dada.



· Una decisión puede ser excelente con resultados totalmente inesperados, cuando asumimos que, tras la ejecución, recibiremos un beneficio específico, más no lo obtuvimos o no en la medida que queríamos. El ejemplo clásico: decidimos seguir el camino que Dios quiere que sigamos, esperando prosperidad y salud, mas estas no llegan, o no como lo imaginamos.



Existe otra arista: una decisión puede ser "buena" para nosotros y "mala" en sí misma, cuando la valoramos mal y, por ende, los resultados son totalmente opuestos a los esperados. Aquí te dejo que pongas el ejemplo, porque de este tipo muchos hemos hecho maestrías, y otros hasta doctorados.



Al final, una decisión es "buena", cuando se ha evaluado correctamente, se ha ejecutado en su justo tiempo y medida, y no se han sobreestimado sus resultados.



Proverbios 3:5

Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.





Autor: David A. Guerrero S.

sábado, 3 de marzo de 2012

¿Eso no es malo?

No pocas veces he logrado presenciar la situación en la que un niño, aún en su etapa de inocencia, le pregunta a un mayor, casi siempre familiar cercano, sobre la cualidad de bueno o malo de una acción sobre la cual ha sido enseñado. Si es una acción incorrecta, por lo general la pregunta es: "Fulano, ¿eso no es malo?" Si es el padre o la madre, la pregunta es un poco más directa: "¿No me dijiste que eso era malo?"



Ante una situación como la anterior, he escuchado tres vertientes: la primera, y casi predominante, el mayor manda a callar al niño o niña, regañándole porque entiende que no tiene por qué llamarle la atención a un adulto, y en muchas ocasiones utilizando la palabra "irrespetuoso"; la segunda vertiente es justificarse, muchas veces mintiendo, e incluyendo algo así como "yo lo puedo hacer, que soy mayor, tú no"; la tercera, y en muy bajo porcentaje, el adulto reconoce que está haciendo mal y le "promete" al niño no volverlo a hacer (y yo añado, "no al menos delante de ti, que me vigilas y remedas").



Algunas veces me pregunto, para aquellos que creemos en Dios, si dejáramos de hacer las cosas incorrectas si se nos apareciera de repente Jesucristo y nos preguntara en el acto: "¿No te dije que eso era malo?"; sin embargo, luego me acuerdo de la historia que Jesús habló sobre el Rico y Lázaro, en la cual Abraham decía al rico: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos" (Lucas 16:31).



Si no hacemos caso a la conciencia de lo incorrecto de una acción, no esperemos a que se levanten todos nuestros difuntos ancestros a advertirnos, porque si no hacemos caso al vivo, menos haremos caso al muerto.



Hechos 24:16

Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.





Autor: David A. Guerrero S.

Callejón sin salida

Dicen por ahí que aprendemos más de los fracasos que del éxito; sin embargo, eso es una realidad y no un principio. Esto sucede no porque DEBE ser así por definición, sino porque nuestra mente está demasiado relajada en disfrutar del éxito, que nos olvidamos de buscar la oportunidad de mejora dentro del proceso que nos llevó al éxito. ¿Exigente o perfeccionista? Míralo desde el espejo de un callejón sin salida.



Estás huyendo de, digamos, un animal. En tu carrera para evitar ser agredid@ por el mismo, llegas a un callejón sin salida. En menos de cinco segundos, miraste dos o tres veces las tres paredes y el espacio por donde viniste, ya bloqueado por el animal. El instinto de auto-preservación te ha dado tres o cuatro soluciones, y buscas la única que te queda: enfrentar al animal con lo primero que encuentres y, jugándotela "a lo que sea", la ferocidad en ti supera a la del animal y ganas la batalla.



Mira al éxito como el animal atacante que te ha arrinconado en un callejón sin salida; te ha arrinconado a dejar de pensar en mejorar, estás demasiado cómod@ en tu "zona de confort", y has apagado el interruptor de auto-preservación. Si no enciendes ese interruptor, no enfrentarás al éxito, y no lo atacarás ni encontrarás el lado débil, que es el que usualmente se convierte en la parte bajo el agua del iceberg, causante del hundimiento en fracaso.



Un callejón sin salida no solamente nos arrincona ante un inminente peligro físico, sino también nos arrincona en el peligroso ego del triunfo. ¡Enfrentemos este feroz animal!



Job 9:20

Si yo me justificare, me condenaría mi boca; si me dijere perfecto, esto me haría inicuo.



Jeremías 7:3b

Mejorad vuestros caminos y vuestras obras





Autor: David A. Guerrero S.

jueves, 1 de marzo de 2012

Cada cuatro años

Existen eventos que se presentan con muy poca frecuencia, como por ejemplo el paso del cometa Halley por las cercanías de la Tierra que, exceptuando por unos pocos, sólo lo vemos una vez en la vida; otros eventos un poco más frecuentes, como la "coincidencia" de que, estadísticamente, cada 25 años sucede un terremoto de magnitud catastrófica, o un tsunami, en alguna parte del planeta; o que cada cuatro años sea necesario añadirle un día al calendario (29 de febrero).



Para cultura general, ¿sabías por qué existen los años bisiestos? Porque el día que conoces no tiene exactamente 24 horas como dice tu reloj, sino que tiene 23 horas, 56 minutos, 4 segundos y algunos milisegundos. Cuando tomas esos minutos sobrantes diarios y los acumulas, al cuarto año hace un día completo y por eso hay que añadir un día al calendario.



¿Sabías también que muchos de nosotros nos comportamos como el año bisiesto? Todos los días le "quitamos" tiempo a la pareja, a los hijos, a la preparación personal y profesional, y sobre todo, a Dios. Cada cierto tiempo, algunos una vez por año, otros cada cuatro, unos cada diez, o cuando suceden eventos "catastróficos", le queremos añadir un día, una semana o un mes a lo que debimos hacer todos los días. A diferencia del año bisiesto, que complementa esa falta diaria, no existe manera de que podamos complementar ese tiempo dejado de invertir en su justa medida, dimensión y momento.



Cuidado con convertirnos en parejas, padres, hijos, ciudadanos modelo, fieles devotos a Dios, cada año, cada cuatro, o una vez en la vida porque, a diferencia del año bisiesto, la falta no es natural, sino provocada.



1 Timoteo 5:5

porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.




Autor: David A. Guerrero S.