A menudo nos sucede que, tras decidir e implementar una acción que consideramos "buena", los resultados han sido malos, decepcionantes o simplemente no los esperados. Las preguntas de orden serían, ¿en realidad fue una buena decisión? ¿Cómo valorarla en sí misma y sus resultados? La respuesta es variada. Me explico.
· Una decisión puede ser buena con resultados "malos", cuando la acción en sí fue buena, pero los resultados luego de la ejecución no dependen de nosotros. Un ejemplo: educamos correctamente a los hijos, más la decisión de seguir el buen camino depende de ellos.
· Una decisión puede ser buena con resultados "decepcionantes", cuando la ejecución fue buena, pero a destiempo. Un ejemplo: somos malos empleados, y cuando decidimos "portarnos bien", ya la orden de cancelación ha sido dada.
· Una decisión puede ser excelente con resultados totalmente inesperados, cuando asumimos que, tras la ejecución, recibiremos un beneficio específico, más no lo obtuvimos o no en la medida que queríamos. El ejemplo clásico: decidimos seguir el camino que Dios quiere que sigamos, esperando prosperidad y salud, mas estas no llegan, o no como lo imaginamos.
Existe otra arista: una decisión puede ser "buena" para nosotros y "mala" en sí misma, cuando la valoramos mal y, por ende, los resultados son totalmente opuestos a los esperados. Aquí te dejo que pongas el ejemplo, porque de este tipo muchos hemos hecho maestrías, y otros hasta doctorados.
Al final, una decisión es "buena", cuando se ha evaluado correctamente, se ha ejecutado en su justo tiempo y medida, y no se han sobreestimado sus resultados.
Proverbios 3:5
Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.
Autor: David A. Guerrero S.
No hay comentarios:
Publicar un comentario