A diario nos encontramos o convivimos con personas muy enfocadas a algo, o que ostentan alguna cualidad que admiramos; sin embargo, en momentos de “estrés” o cuando llega “la hora de la verdad”, los principios y normas personales “saltan del barco”. Otros, solemos hablar una cosa y practicar otra. La siguiente moraleja aclara mi punto.
Una zorra estaba siendo perseguida por unos cazadores cuando llegó al sitio de un leñador y le suplicó que la escondiera. El hombre le aconsejó que ingresara a su cabaña.
Casi de inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron al leñador si había visto a la zorra. El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano disimuladamente señalaba la cabaña donde se había escondido.
Los cazadores no comprendieron las señas de la mano y se confiaron únicamente en lo dicho con la palabra.
La zorra al verlos marcharse, salió sin decir nada.
Le reprochó el leñador por qué a pesar de haberla salvado, no le daba las gracias, a lo que la zorra respondió: “Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca hubieran dicho lo mismo”.
Lo que hagas con las manos [o profeses con tu boca], no lo desbarates con… nada.
Mateo 23:3
De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen.
Santiago 1:8
El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
Autor: David A. Guerrero S.
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