Un día una niña estuvo en la clínica para que la examinara el médico. Éste, queriendo ser amable con su pequeña paciente, puso el aparato en su oreja y dijo: “a ver si los pitufos están adentro”. Luego, al hacerle abrir la boca, dijo: “a ver si está el Ratón Mickey adentro”. Finalmente, al poner su estetoscopio sobre el corazón de la hasta entonces callada nena, le preguntó: “¿estará Barbie en este corazón?”. Al oír este comentario, la muchachita no tardó más en responder: “no, Doctor, Jesús está en mi corazón; Barbie está en mi ropa interior”.
El Señor nos enseñó que de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34). Esto es muy cierto; no es nada difícil determinar cuáles son los valores de una persona sólo por escuchar las palabras que salen de su boca, sean éstas nobles, triviales, o de mal gusto. Es interesante notar que aún el falso profeta, el que engaña con su apariencia de oveja cuando realmente es lobo, se traiciona a sí mismo por su hablar. Al respecto, escribió Juan: …y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón (Apocalipsis 13:11b).
¿De qué manera impactan nuestras palabras a los cónyuges, padres, hijos, amigos, y compañeros? ¡Es un tema para reflexionar!
Santiago 3:8-10
...pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
Fuente: Pan Comido
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