Buscad a Jehova mientras puede ser hallado llamadle en tanto que esta cercano.... Isaias 55:6



Venid a mi todos los que estàn trabajados y cargados , y yo os harè descansar... Mateo 11:28

sábado, 29 de diciembre de 2012

Lo que vemos y oímos

 El buen o mal uso que le damos a nuestros sentidos, suele delimitar muchas veces nuestro presente, y también nuestro futuro. Aunque los cinco sentidos tienen cada uno su impacto, la vista y el oído nos suelen meter rápidamente en problemas. Creo que en eso mismo pensaron los autores (desconocidos para mí) de las siguientes dos frases que leí en el portal personal de nuestra receptora Aleida Maldonado: "Las chicas se enamoran de los que les dicen y los chicos de lo que ven. Por eso, las chicas llevan maquillaje y los chicos dicen mentiras", y  "Si quieres saber dónde está tu corazón, mira con qué se distrae tu mente". Aunque la primera frase tiene una tonalidad muy definida, las relaciones de pareja, y la segunda pudiera alguien desasociarla con específicamente los sentidos de referencia, la mayoría de nosotros (exceptuando las personas que sufren de sordomudez) actúa y piensa utilizando como "disparadores" iniciales lo que vemos y/o lo que oímos. Es más, hasta el comer, para muchos, empieza por la vista: si se ve mal, aunque huela bien, no se ingiere. Por demás, algunos de las debilidades, faltas y pecados entran por estos sentidos; por ejemplo, chismes: oído; orgullo: vista y oído; lascivia: vista; infidelidad: vista y oído; hurto: vista; y así otros más. Si sabemos que somos débiles con lo que vemos y con lo que nos dicen, ¿por qué no cuidarnos más de las cosas que vemos, y qué permitimos que entre a nuestras mentes por los oídos? Cada quien es responsable de lo que ve, escucha, siente y, en consecuencia, de cómo actúa. Por tanto, seamos astutos y llevémonos de los consejos de los apóstoles Pablo y Juan, quienes nos advirtieron, hace muchos siglos: no proveáis para los deseos de la carne (Romanos 13:14b); Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. (1 Juan 2:16)    Autor: David A. Guerrero S. 

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